El término veneka y veneko tiene su origen en una palabra que se popularizó en la década de los años 80, en Colombia, para hablar mal de los colombianos que habían migrado a Venezuela o de los hijos de colombianos que adoptaban costumbres venezolanas, incluso el acento o modismos. Después su significado cambió y ahora lo utilizan en algunos países de Latinoamérica para estigmatizar, descalificar y crear campaña de xenofobia y odio, en contra de los migrantes venezolanos y venezolanas.
No está claro si la banda de música venezolana de rock/reggae con el lanzamiento de Veneka el 20 de octubre del 2024, trató de reposicionar el término, pero lo cierto es que ese tema musical, en ritmo de changa, exalta solo los atributos físicos de las mujeres venezolanas, lo que para muchos es catalogado de sexista.
Lo cierto es que la identidad de las mujeres y hombres nacidos en este país no es veneka ni veneco es, venezolanos. No es la industria musical trasnacional o campañas de xenofobia apoyadas por discursos como el del ex vicepresidente de Colombia, Germán Vargas -en el 2017, entre otros- los que definen nuestra identidad. Hoy, más que nunca, las mujeres y los hombres de este país seguimos siendo promotores permanentes de nuestra autoestima nacional, parte esencial de nuestra identidad. La venezolanidad la define toda una dimensión espiritual, histórica y cultural, tal como lo señala el autor, Augusto Mijares, en su obra Lo afirmativo Venezolano.
Cuando vemos en nuestra historia reciente a Yulimar Rojas, mujer venezolana que impone el récord mundial y olímpico saltando 15,67 metros sin importar los obstáculos vividos, o escuchamos al maestro Gerry Weil que sin haber nacido en este suelo siempre será muy venezolano, entendemos que la venezolanidad real no es la que la industria o los que odian a Venezuela nos quieren imponer.
La identidad venezolana real se observa en todo, desde la gastronomía, la religión, lo cultural o el ámbito musical. Así como se conformó la orquesta más grande del mundo en Venezuela, con diversos instrumentos musicales y que en una sola expresión sonora e identidad rompió el récord Guinness. La venezolanidad es esa que escuchamos en una joven de 17 años al cantar y nos coloca el corazón en un hilito como, Emily Galaviz.
Todo esto no es un tema de gusto o preferencia de género musical o de cómo posicionar más en las redes un tema, sino del alcance y contenido de expresiones con las que se atacan a los venezolanos y la venezolanidad. Si el tema musical fue un intento resignificar el término veneka, el mismo no fue el mejor ya que fortalece estereotipos. Ese mensaje que solo habla que las venezolanas son mujeres con atributos físicos, difícilmente favorece a las mujeres de este país que son más que medidas estéticas.
El utilizar los mismos códigos y elementos que los agresores de venezolanos, quizás con buena intención, y sin importar los ritmos festivos y pegajosos, hacen difícil aplaudirlo. Y claro que la mujer venezolana es bella y muchas tienen cuerpo de atleta, pero también la mujer es digna y es el gran motor social, económico y espiritual del venezolanismo.
Las mujeres de Venezuela son quienes se despiertan temprano todos los días para despertar el futuro, quienes forman y educan, pero que también inspiran. Esas mujeres que administran empresas, pero también administran bien los últimos gramos de café de la casa, o quienes distribuyen equitativamente en cualquiera circunstancia, los platos de comida y las arepas.
La mujer venezolana resalta entre el montón no solo por su figura sino porque asume perfectamente cualquier rol (madre, hija, sobrina, amiga, maestra, jefa, alumna, compañera o pareja) con dignidad eficiencia y pasión. Es difícil no terminar por enamorarse profundamente de ella o, al menos, admirar a la mujer venezolana por su gran capacidad en todos los ámbitos.
Esperemos que esa utilización de términos errados para tratar de identificar a las venezolanas y venezolanos sea una oportunidad para reafirmar la venezolanidad que se sustenta en la diversidad étnica, pluricultural. Esa que nos hace ser diferentes a los demás, nos hace resistir cuando los otros ceden, creer cuando otros dudan, recuperarnos de situaciones complicadas y seguir avanzando. Esa venezolanidad basada en tres raíces, en las tres potencias, como el tricolor de nuestro origen étnico, hecho un solo ente; esa que nos hace ser parecidos a muchos, pero únicos al mismo tiempo.
Cortesía de Correo del Alba