Se esté en el bando que se esté, se tenga la ideología que se tenga, siempre habrá en los humanos un espacio chico o grande para ejercer la humanidad, el honor, la rectitud y la justicia… Hay infinidad de episodios que confirman esta superior cualidad humana.
Óscar schindler, Por ejemplo, era un empresario alemán perteneciente al partido nazi y salvó 1300 judíos de la muerte al comprárselo a los genocidas alemanes dizque para «ponerlos a trabajar» en su fábrica, cuando en realidad y en el fondo lo que quería era salvarlos de los campos de concentración y de exterminio a donde los enviarían a morir.
El oficial alemán Wilm Hosenfeld salvó la vida del pianista Władysław Szpilman durante la Segunda Guerra Mundial, al encubrirlo y guardar silencio después de encontrarlo escondido en una casa que estaban registrando y allanando en busca de judíos.
Hay muchos casos en el mundo con estas características tan enaltecedoras de la pureza de la raza humana
En Carabobo, El Centauro de los Llanos fue acometido por uno de los inesperados ataques de epilepsia que le daban, pero esta vez en el momento más inoportuno (En pleno ataque del enemigo… ¡imagínense!)
Páez se precipitó del caballo y quedó sin conocimiento, expulsando espuma por la boca, en medio de un tropel de enemigos y lanzas entrecruzándose a su alrededor.
¡Carajo…Lo que son las vainas! lo salva, por esas cosas raras e inexplicables del destino, la aparición de un humano con un gesto humano: *Un llanero realista, El Comandante Antonio Martínez, perteneciente, a la furiosa Caballería del carnicero español Francisco Tomás Morales.
El realista Martínez, en vez de rematar al Centauro o hacerlo prisionero, tomó las riendas del caballo de Páez y montó al Taita como pudo, cruzado en el lomo del animal, y colocó en el anca a un teniente de los patriotas llamado Alejandro Salazar, alias «Guadalupe» para poder sostener en el caballo al desmayado general, que se ahogaba con la respiración entrecortada, producto de la severa convulsión que sufría.
Y así se fue «Guadalupe» galopando hasta devolver a Páez a las filas patriotas, donde lo atendieron y lo volvieron en sí, raspándole la planta de los pies con una piedra.
Se dice que el comandante realista Antonio Martínez fue luego muerto poco después en la misma batalla de un lanzazo propinado por un soldado llanero de la 1ra división comandada, precisamente por Páez, quien le debía la vida al noble Martínez.
PARA EL REALISTA MARTÍNEZ, PÁEZ EN EL SUELO NO ERA UN ENEMIGO A VENCER*… *ERA UN SER HUMANO INDEFENSO, QUE REQUERÍA, DESDE LA HONRA Y DEL DECORO ENEMIGO, UN SOCORRO Y UN GESTO HUMANO, EMANADO DE LO MÁS DIGNO Y VIRIL DE UN COMBATIENTE GALLARDO Y PUNDONOROSO.
Otra conmovedora anécdota la cuenta el mismo Andrés Eloy Blanco que ocurrió entre el jefe de edecanes de Gómez el General Julio Anselmo Santander y su madre Dolores Meaño de Blanco, estando el poeta preso y engrillado en la tenebrosa cárcel de la rotunda, por órdenes del propio dictador.
Así lo cuenta el propio Andrés Eloy:
«Julio Anselmo Santander era el jefe de los edecanes del general Gómez. Yo Estaba preso en la Rotunda. Muchos de mis amigos por temor huían de mi casa y se alejaban y rehuían a mis gentes, presos del miedo, para que no los vincularan a mi»
«Y un día de los muertos por la tarde, bajo un torrencial aguacero mi madre iba al cementerio a llevar flores a la tumba de mi padre. Y Anselmo Santander, que pasaba en compañía de su hijo, detuvo su automóvil, metió en el a mi madre, y después compró flores, muchas flores, hasta llenar de flores la tarde de aguacero y el Día de los Muertos… Y Santander fue con mi madre a la tumba de mi padre, y montó guardia, mientras ella rezaba y la lluvia resbalaba de las presillas y calaba el uniforme militar, signo de la esperanza.»
«Cuando murió Santander lo acompañé a su entierro y vi salir de su casa la urna que encerraba a Julio Anselmo Santander general de los Ejércitos de Venezuela; cuando miré sobre la urna la espada y la gorra de general, recogí, para estas líneas, el aroma perdido de aquellas flores que llenaron toda la copa gris de aquel día de los muertos, en que aquél general de Gómez, montó Guardia junto a una tumba mía, en una función digna de los soldados de corazón»
«Yo no escondo, como otros mi gratitud, ni los que hoy me acompañan en mi partido político me estiman menos por eso, sino que me estiman más cuando proclamo esos mismos favores que he recibido, aún de hombres con quien tenía diferencias»
AEB
¡Hermosas estas cosas de los humanos!
No dejemos que nadie nos deshumanice; como humanos siempre podrá hacerse un gesto Excelso, ¡Sublime, Alto, Alto…Humano!