Con su cuerpo inerte
sus ojos cerrados
sus manos frías, tan frías…
sepulte la tristeza y la desesperanza.
Ya él no estaba allí.
Su alma de guerrero incansable,
de soñador infinito
había abandonado ese cuerpo
mucho antes del fatal encuentro con la muerte.
Su corazón andaba roto
y su alma extraviada
por la ansiedad
de vivir sin esperanzas…
Ya no estaba allí,
andaba buscando sin saberlo
el refugio celestial y
el descanso eterno.