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por | Jun 26, 2025 | TEOLOGÍA

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En noviembre de 1989, durante la masacre en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) en El Salvador, el cuerpo del padre jesuita Juan Ramón Moreno fue hallado con un libro manchado de sangre entre sus pertenencias. No era un libro cualquiera. Se trataba de «El Dios crucificado», del teólogo reformado alemán Jürgen Moltmann. Su portada, empapada con la sangre del mártir, parecía hablar con elocuencia muda: Dios mismo se identifica con los crucificados de la historia.

Se dice que, tras el asesinato, el cuerpo de Juan Ramón fue arrastrado hasta la habitación del también jesuita Jon Sobrino. Y allí, como si el cielo quisiera dejar una señal, el libro cayó del estante y fue a posarse sobre el cuerpo aún tibio del sacerdote asesinado. Era un gesto sin palabras, pero profundamente elocuente: el pensamiento de un teólogo protestante abrazaba al cuerpo de un mártir católico.

Dos años después, el propio Moltmann, conmovido por este suceso que lo había tocado profundamente, escribió y pronunció una conferencia titulada «La pasión de Cristo y el dolor de Dios», dedicada a la memoria del padre Juan Ramón Moreno. El teólogo protestante quedó profundamente impresionado por la forma tan literal en que su libro había sido marcado con la sangre de un testigo del Evangelio.

Historias como esta enseñan más que muchos debates doctrinales. En tiempos en que cristianos de distintas tradiciones se enfrentan en redes sociales con insultos, boicots y descalificaciones, esta imagen (la sangre de un mártir católico empapando las páginas de un teólogo protestante) nos recuerda que el verdadero ecumenismo no se grita: se encarna. En el dolor, en la entrega, en la cruz compartida. Porque ahí, más allá de las fronteras confesionales, Dios mismo se hace presente.

Fuente: Teología de la liberación. Hna Adry Osc

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